Cicatrices Invisibles Ep. 11

Cicatrices Invisibles Ep. 11

Capítulo 11

Alejandro caminaba hacia su casa con una sonrisa en el rostro, algo que no había experimentado en mucho tiempo. La relación con Sofía había traído una nueva luz a su vida, y se sentía increíblemente afortunado de haberla conocido. Juntos, habían formado una conexión especial que había llenado su corazón de alegría y esperanza.

Sofía era su apoyo constante, alguien en quien podía confiar plenamente y con quien podía ser él mismo. Su amor y comprensión habían disipado la oscuridad que solía rodearlo cuando estaba en casa, y Alejandro se sentía más fuerte y feliz que nunca.

A medida que avanzaba por las calles hacia su hogar, pensaba en los momentos que había compartido con Sofía. Recordó sus risas, sus conversaciones profundas y su primer beso en la biblioteca. Cada recuerdo lo llenaba de calidez y emoción, y anhelaba crear muchos más momentos especiales junto a ella.

Alejandro sabía que la vida no sería fácil, especialmente en su hogar, donde aún enfrentaba dificultades y maltrato. Pero Sofía se había convertido en su refugio, en la razón por la que podía seguir adelante con la cabeza en alto. Estaba decidido a hacer todo lo posible para mantenerla en su vida y construir un futuro juntos.

Al llegar a su casa, la puerta estaba cerrada con llave, una señal de que sus padres no estaban en ese momento.

La casa de Alejandro estaba sumida en un silencio inusual mientras la noche avanzaba. Sus padres todavía no habían regresado, y la preocupación se apoderaba de él. La temperatura había descendido, y el hambre empezaba a apretar en su estómago, recordándole que no había comido adecuadamente en los últimos días.

Decidió dar una vuelta por los alrededores de su vecindario para pasar el tiempo y mantenerse caliente. Cada paso que daba estaba acompañado de pensamientos que vagaban por su mente. Reflexionaba sobre la relación con sus padres, una relación que había estado marcada por el abuso y la crueldad.

Mientras caminaba por las calles oscuras, pensó en el contraste entre su vida en la escuela y su vida en casa. En la escuela, era un joven alegre y feliz, rodeado de amigos que apreciaban su compañía. Pero en casa, todo cambiaba. Sus padres eran una constante fuente de tormento, llenando su hogar con gritos, golpes y desprecio.

El hambre se hizo más evidente mientras continuaba su caminata, pero Alejandro estaba dispuesto a soportarlo un poco más. Necesitaba tiempo para procesar sus pensamientos y emociones. Se preguntaba cuánto más podría soportar esta vida de abuso, cuánto más podría esconder su sufrimiento detrás de una fachada de felicidad en la escuela.

A medida que avanzaba por las calles desiertas, se dio cuenta de que necesitaba encontrar una salida de esta situación. No podía seguir viviendo con el temor constante y el dolor que le infligían sus padres. Pero, ¿cómo podría cambiar su destino? ¿Cómo podría escapar de la pesadilla que era su hogar?

La noche avanzaba y Alejandro finalmente decidió regresar a casa. Sabía que enfrentaría una noche fría y hambrienta, pero también sabía que tenía a Sofía en su vida, alguien que lo apoyaba incondicionalmente

El viento nocturno soplaba suavemente cuando Alejandro se acercaba a la puerta de su casa. La oscuridad envolvía la calle y creaba un ambiente de misterio en el aire. A medida que se acercaba al umbral de su hogar, una conversación que no estaba destinada a sus oídos llegó a él, como un susurro en la penumbra.

Detrás de la puerta, la voz de su madre, cargada de amargura y desesperación, resonó en la quietud de la noche. Alejandro se detuvo en seco, sintiendo como si el tiempo se hubiera detenido por un momento. No podía evitar escuchar cada palabra que salía de sus labios.

“¡Nunca debí casarme contigo!”, dijo su madre con voz temblorosa, llena de resentimiento. “Solo lo hice por tu dinero, por la estabilidad que pensé que me brindarías. Pero en lugar de eso, todo lo que has traído a mi vida es desgracia y pobreza. Y ahora tenemos que lidiar con ese hijo, ojalá nunca hubiera nacido”.

Su padre respondiendo las agresiones expreso sus palabras llenas de odio “El tener ese hijo fue tu decisión, yo te dije claramente que lo abortaras, estando contigo perdí todo, solo pides dinero, pero nunca hiciste nada y ahora mira cómo estamos, antes eras hermosa y galante cosa que ahora ya no es así”.

El corazón de Alejandro se hundió en su pecho mientras escuchaba esas palabras. Era como si un puñal afilado hubiera perforado su alma. No podía creer lo que estaba oyendo de sus padres, los mismos que lo había traído al mundo, hablaban con un desprecio tan profundo que le cortaba el aliento.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras el peso de esas palabras caía sobre él. Se sintió como un intruso en su propia casa, como un ser no deseado que había irrumpido en la vida de sus padres y había arruinado todo lo que ellos habían planeado.

Alejandro permaneció allí, en silencio, incapaz de moverse. La verdad dolorosa de su existencia había sido revelada ante sus propios oídos, y no sabía cómo enfrentarla. La puerta de su casa se convirtió en una barrera invisible que separaba dos mundos: el mundo de sus padres, lleno de amargura y arrepentimiento, y el suyo propio, lleno de soledad y dolor.

Finalmente, con el corazón roto, Alejandro dio un paso atrás y se alejó de la puerta. Sabía que no podía entrar en ese hogar y enfrentar a sus padres después de escuchar esas palabras. Se adentró en la noche oscura, con lágrimas en los ojos y una sensación abrumadora de desolación.

Alejandro subió silenciosamente las escaleras del edificio, cada paso resonando en sus oídos como un eco distante de su propia angustia. La pesadez de sus pensamientos y emociones lo impulsó a buscar el refugio solitario de la azotea, el lugar donde esperaba encontrar respuestas en medio de la noche estrellada.

Cuando llegó a la cima del edificio, se encontró en un lugar donde el viento soplaba libremente y el cielo nocturno se extendía ante él. La luna brillaba en todo su esplendor, arrojando una luz plateada sobre la ciudad dormida. Alejandro se acercó a la orilla de la azotea, donde podía sentir la brisa en su rostro y escuchar el suave susurro del viento.

Cerró los ojos por un momento, tratando de bloquear las palabras hirientes de sus padres que todavía resonaban en su mente. La voz llena de desprecio, el deseo de que no hubiera nacido, la amargura de una madre que lamentaba su existencia. Eran palabras que pesaban como una losa sobre su corazón.

La luna, con su luz serena, parecía ofrecerle un consuelo silencioso, como si le recordara que, incluso en medio de la oscuridad, todavía había belleza en el mundo.

Con cautela, Alejandro se acercó al borde de la azotea, sintiendo el vacío bajo sus pies. La ciudad estaba tranquila, ajena a su tormento interior. Respiró profundamente, inhalando el aire fresco de la noche, y luego exhaló lentamente, liberando parte de la tensión que había acumulado en su interior.

Finalmente, abrió los ojos y miró fijamente la luna. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones, pero había algo en la quietud de la noche que lo calmaba.

Sofía y su familia estaban disfrutando de una alegre cena, riendo y platicando animadamente. La mesa estaba llena de deliciosos platillos y todos estaban compartiendo anécdotas divertidas del día. La televisión estaba encendida en segundo plano, reproduciendo el programa habitual de entretenimiento.

De repente, sin previo aviso, la programación cambió abruptamente a una noticia de última hora. La atención de todos se dirigió hacia la pantalla, mientras el presentador informaba sobre un trágico suceso. Un joven llamado Alejandro, un estudiante de preparatoria de tan solo 17 años, se había lanzado desde lo más alto de un edificio.

El impacto de la noticia resonó en la sala, dejando a la familia de Sofía en un silencio atónito. La tristeza y el shock se apoderaron de sus rostros mientras escuchaban los detalles de la historia. Las investigaciones confirmaban que Alejandro había tomado la decisión de saltar por voluntad propia.

El presentador continuó informando sobre los nuevos hallazgos en la investigación. Se reveló que Alejandro había sido víctima de acoso por parte de sus propios padres. Registros encontrados en su celular respaldaban esta dolorosa verdad. Los mensajes y llamadas mostraban un ambiente tóxico y lleno de maltrato emocional.

En la pantalla, se mostraba un titular trágico: “Muerte de Alejandro, estudiante de preparatoria”.

Sofía, al escuchar el nombre de Alejandro, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La noticia llegó como un golpe devastador. Un grito desgarrador escapó de sus labios, lleno de dolor y desesperación. Los ojos de su familia se volvieron hacia ella, sorprendidos y preocupados por su reacción.

El pánico se apoderó de Sofía mientras las lágrimas inundaban sus ojos. Sin poder contenerse, comenzó a llorar y a gritar eufóricamente. Los sonidos de su angustia llenaron la habitación, creando una atmósfera de tristeza y conmoción.

Sofía: (llorando desconsoladamente) ¡NO, NO PUEDE SER! ¡ALEJANDRO, NO!

Las lágrimas corrían por el rostro de Sofía, sus sollozos llenaban la habitación y su voz estaba quebrada por la angustia que sentía en su pecho.

Madre de Sofía: (con voz temblorosa) Sofía, mi amor, cálmate, por favor. Esto… es.

Sofía: (entre sollozos) ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ TENÍA QUE PASARLE ESTO A ÉL?!

Padre de Sofía: (conmovido) Sofía, cariño, no sabemos todos los detalles aún, pero parece que Alejandro estaba pasando por momentos muy difíciles.

Sofía: (llorando desconsoladamente) ¡¿Difíci-les?! ¡No debería haber llega-do a esto! Era tan amab-le, tan dul-ce…

Madre de Sofía: (acariciando su cabello) Nadie pudo haber sabido, Sofía. A veces, las personas ocultan su sufrimiento tan bien que incluso sus seres queridos no pueden verlo.

Sofía: (con la voz entrecortada) ¡No puedo creerlo!

Sus lágrimas seguían fluyendo, y su cuerpo temblaba por la intensidad de sus emociones.

Madre de Sofía: (con compasión) Lo sé, querida.

Sofía: (sollozando) Nunca le di-je… cuánto signifi-caba… para mí…

Padre de Sofía: (sereno) A veces, las palabras no son suficientes para expresar lo que sentimos. Lo importante es que sabía que te preocupabas por él.

Sofía: (con tristeza) Pero… podría haber he-cho más… Tal vez si hubiera esta-do allí para él…

Madre de Sofía: (con amor) No te culpes, Sofía. Nadie pudo haber previsto esto.

Sofía: (susurra mientras solloza) ¡¿POR QUÉ, ALEJANDRO?! ¡NO PUEDO ENTENDERLO!

Su voz temblaba mientras miraba la pantalla de la televisión, donde seguían transmitiendo detalles sobre la trágica muerte de Alejandro.

Madre de Sofía: (acariciando su hombro) Es una pregunta difícil, cariño. A veces, las personas enfrentan luchas internas que no compartimos con los demás.

Sofía: (con angustia) Pero… ¿por qué no pidió ayuda? Si tan solo hubiera sabido lo que estaba pasando…

Padre de Sofía: (con empatía) A veces, las personas pueden sentirse atrapadas por su dolor y sufrimiento. No debes culparte a ti misma, Sofía.

Sofía siguió llorando mientras sus padres la rodeaban, tratando de brindarle consuelo en medio de la tristeza abrumadora.

Sofía, agotada por el torrente de emociones y el peso abrumador de la noticia, dejó de gritar y sus sollozos se extinguieron poco a poco. Su voz se apagó, y una sensación de cansancio la invadió por completo. Sus lágrimas seguían rodando por sus mejillas, pero ya no había fuerza en sus cuerdas vocales para continuar expresando su dolor.

Entonces, como si el agotamiento hubiera cobrado su precio, Sofía perdió el conocimiento. Su cuerpo, que había estado temblando de angustia, se relajó de repente, y cayó en un estado de inconsciencia. La noticia de la trágica muerte de Alejandro la había afectado profundamente, dejándola vulnerable y abrumada.

La sala quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido lejano de la televisión que continuaba transmitiendo la noticia. La familia de Sofía la miró con preocupación y cuidado, sin saber cómo reaccionar ante su desmayo repentino.

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