Cicatrices Invisibles Ep. 3

Cicatrices Invisibles Ep. 3

Capítulo 3

El tercer día de clases comenzó como todos los demás. Alejandro se levantó temprano, se vistió con su uniforme escolar y salió de su casa en silencio, sin esperar ni recibir palabras amables de sus padres. La sombra de los abusos del pasado aún se cernía sobre él, pero en ese día particular, algo era diferente.

La escuela era su refugio, y mientras caminaba por los pasillos, un rayo de esperanza pareció romper las densas nubes que oscurecían su vida. Marta y Daniel, sus amigos leales, lo saludaron con sonrisas sinceras y una energía contagiosa.

Marta: (entusiasta) ¡Alejandro! ¿Cómo te va?

Alejandro: (con una sonrisa genuina) ¡Me va mejor de lo que esperaba!

La conversación animada continuó durante el día, y Alejandro se sintió agradecido por la compañía de sus amigos. Aunque no compartía sus problemas personales con ellos, su presencia en su vida le brindaba un respiro de la oscuridad que lo esperaba en casa.

Al final de la jornada escolar, Marta y Daniel lo acompañaron nuevamente, como lo habían hecho en días anteriores. La caminata hacia casa estaba llena de risas y charlas sobre planes para el fin de semana, creando un aura de optimismo que rara vez sentía.

Daniel: (entusiasmado) ¡Chicos, deberíamos planear una salida el sábado! Podría ser divertido.

Marta: (sonriendo) ¡Sí! ¿Qué les parece una tarde en el parque?

Alejandro se unió a la conversación con entusiasmo genuino, disfrutando del escape momentáneo que le ofrecían sus amigos. Era como si por un instante, el peso de sus problemas se aligerara y las sombras retrocedieran.

Alejandro cruzó el umbral de su casa con cautela, como si temiera que la esperanza que había experimentado durante el día pudiera desvanecerse en el mismo momento en que pisara su hogar.

La cocina, ese lugar que había sido testigo de tantos abusos, estaba momentáneamente vacía, y un suspiro de alivio escapó de sus labios.

Sin embargo, la tranquilidad fue efímera. Su padre apareció en la entrada de la cocina, con su mirada crítica y su voz severa listas para atacar.

Padre de Alejandro: (con desprecio) ¿Dónde demonios has estado? ¿Crees que puedes desaparecer y olvidarte de tus responsabilidades?

El corazón de Alejandro se hundió ante el tono de su padre, pero trató de mantener la calma.

Alejandro: (con voz tranquila) Estuve en la escuela, papá. Es donde debo estar.

Su padre lo miró con furia contenida, como si la mera idea de que Alejandro pudiera disfrutar de su día fuera inaceptable.

Padre de Alejandro: (gruñendo) No me importa la escuela. Lo que importa es lo que haces aquí.

La madre de Alejandro, que había estado en silencio hasta ese momento, se unió a la conversación con un gesto de desprecio.

Madre de Alejandro: (con voz fría) Si tan solo pudieras ser un buen hijo, Alejandro. Pero siempre decepcionas.

Las palabras crueles eran como dagas que cortaban a través de la tímida esperanza que Alejandro había acumulado durante el día. La conversación continuó con insultos y acusaciones, y la sombra de la tristeza se cernía nuevamente sobre él.

Decidió tomar una acción que le daría un sentido de control sobre su propia historia. En su habitación tomó su laptop y se sentó en su escritorio desordenado. Con manos temblorosas, creó una cuenta de redes sociales bajo un nombre falso y anónimo.

Bajo el seudónimo “Invisible17”, Alejandro comenzó a escribir.

Desahogó sus emociones en cada palabra que tecleaba, compartiendo su historia de abuso y sufrimiento en casa, pero sin revelar su verdadera identidad. Detalló las luchas que enfrentaba, las palabras hirientes de sus padres y la sensación de soledad que lo consumía.

Sus publicaciones eran un grito de auxilio en el vasto mundo virtual, una manera de liberar la angustia que lo atormentaba

Mientras escribía en su cuarto, en la oscuridad de la noche, Alejandro sentía que, por primera vez en mucho tiempo, tenía el control sobre su propia historia. Aunque nadie sabía quién era en realidad, la sensación de ser escuchado y comprendido le brindaba un respiro emocional que había estado buscando durante tanto tiempo.

El nuevo día comenzó con el suave resplandor de la luz del sol filtrándose por las cortinas de la habitación de Alejandro. Era otro día de clases, y a pesar de las dificultades que enfrentaba en casa, se levantó con determinación y comenzó su rutina matutina.

Se vistió con su uniforme escolar y trató de mantener su habitual sonrisa en el espejo, aunque sabía que el día que se avecinaba podría ser complicado. La escuela seguía siendo su refugio, y el tiempo con Marta y Daniel era un bálsamo para su alma atormentada.

Sin embargo, antes de salir de su habitación, la voz fría y desaprobadora de su madre lo detuvo.

Madre de Alejandro: (con tono autoritario) Alejandro, necesito que escuches.

Alejandro se volvió hacia su madre, sus ojos encontrándose con la mirada gélida que tantas veces había enfrentado.

Alejandro: (con cautela) ¿Qué sucede, mamá?

Madre de Alejandro: (seria) Hoy, cuando regreses de la escuela, no quiero que vuelvas temprano. Tendremos visitas en casa.

La noticia tomó a Alejandro por sorpresa. Visitas en casa eran una rareza en su hogar, y nunca habían sido una experiencia agradable. Sabía que la presencia de extraños en su hogar solía ser el preludio de discusiones aún más tensas.

Alejandro: (preocupado) Está bien, mamá. ¿Quiénes vendrán?

Su madre no dio detalles y simplemente lo miró con una expresión que parecía indicar que no era asunto suyo.

Madre de Alejandro: (evadiendo la pregunta) No te preocupes por eso. Solo asegúrate de no regresar temprano y de no interferir en lo que suceda.

La mañana estaba fresca y soleada mientras Alejandro caminaba hacia la escuela. A pesar de la tensión que sentía en casa, el trayecto a la escuela siempre le proporcionaba un breve respiro. La brisa matutina acariciaba su rostro, y el bullicio de la calle le recordaba que había un mundo más allá de sus problemas familiares.

Mientras avanzaba por la acera, sus pensamientos se centraron en el día que tenía por delante. La charla con Marta y Daniel, las clases, y su refugio en línea bajo el seudónimo “Invisible17” eran sus formas de sobrellevar la difícil realidad en casa.

Justo cuando estaba a punto de cruzar la esquina, un movimiento repentino en su periferia captó su atención. Una chica de su misma escuela que caminaba unos pasos adelante de él había tropezado con una losa desigual del pavimento y caído al suelo con un golpe suave.

Sin pensarlo dos veces, Alejandro corrió hacia ella. La chica yacía en el suelo, con su mochila esparcida a su alrededor y una expresión avergonzada en el rostro. Se arrodilló a su lado y le ofreció una mano amigable.

Alejandro: (con preocupación) ¿Estás bien? ¿Te lastimaste?

La chica aceptó su ayuda, agarrando su mano para levantarse. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor mientras se ponía de pie con la ayuda de Alejandro.

Chica: (sonriendo agradecida) Gracias, no fue nada grave, solo mi orgullo herido.

Alejandro sonrió en respuesta, aliviado de que no se hubiera lastimado. La chica tenía una mirada amable y unos ojos expresivos que destellaban gratitud.

Alejandro: (amable) Que bueno que estes bien y no te preocupes a todos no ha pasado.

Chica: (sonriendo agradecida) Si, al parecer hoy me tocaba a mí.

Después de eso Alejandro toma la delantera dejando a la chica quien se iba sacudiendo la ropa mientras caminaba.

El día es en la escuela había transcurrido de manera normal, Alejandro siempre con una sonrisa mientras estaba con sus amigos, era buen estudiante dedicado y comprometido que hasta los profesores lo tenían con buena estima.

Alejandro había terminado sus clases por el día y, recordando las palabras de su madre sobre no regresar temprano, decidió hacer tiempo antes de regresar a casa. La biblioteca parecía un lugar perfecto para hacer su tarea y, al mismo tiempo, evitar el enfrentamiento en casa.

Alejandro había decidido pasar parte de la tarde en la biblioteca después de las clases. Las palabras de su madre resonaban en su mente, y evitando regresar temprano a casa, se había refugiado entre las páginas de sus libros y deberes escolares.

Mientras trabajaba en su tarea en una mesa cercana a la ventana, sus ojos vagaban ocasionalmente hacia los demás estudiantes que compartían el espacio tranquilo de la biblioteca. Reconoció a algunos rostros conocidos de su escuela, pero había uno en particular que lo intrigaba: una chica que estaba sentada en una mesa cercana, completamente absorta en su lectura.

Sin embargo, este no era el primer encuentro entre Alejandro y la misteriosa chica. Habían tenido un breve encuentro en la calle cuando ella tropezó, y él la ayudó a levantarse. Aunque en ese momento no habían intercambiado nombres, el reconocimiento en sus ojos fue mutuo.

Decidió acercarse y saludarla, ya que ahora eran conocidos, aunque no muy cercanos. Mientras se acercaba, notó cómo los ojos de la chica se desviaban de las páginas del libro hacia él, y una sonrisa tímida se formó en su rostro.

Alejandro: (amigable) Hola, parece que nos encontramos nuevamente.

La chica lo miró con sorpresa y luego asintió con una sonrisa tímida.

Chica: (amable) Sí, eso parece. Gracias de nuevo por tu ayuda en la calle.

Alejandro: (sonriendo) No hay de qué. Estoy para ayudar cuando sea necesario. Por cierto, soy Alejandro.

Chica: (presentándose) Mucho gusto, Alejandro. Soy Sofía.

La biblioteca era un lugar tranquilo y apacible, pero aquel día, los estudiantes que se encontraban allí fueron testigos de algo inusual. Alejandro, un chico que conocían de la escuela, estaba sentado en una mesa con una joven que raramente interactuaba con sus compañeros. Esta última, una chica llamada Sofía, siempre parecía estar inmersa en sus libros y rara vez se veía socializando con otros.

Sin embargo, ese día era diferente. Los demás estudiantes notaron que Alejandro y Sofía estaban teniendo una conversación animada. Alejandro, con su sonrisa cálida y expresión amigable, parecía haber logrado sacar a Sofía de su caparazón de timidez. Los dos compartían risas y discutían apasionadamente sobre libros y autores.

Estudiante 1: (susurrando a su amigo) ¿Viste eso? Alejandro está hablando con Sofía.

Estudiante 2: (asombrado) Sí, es raro ver a Sofía tan abierta con alguien. Debe ser un chico muy especial.

A medida que la conversación de Alejandro y Sofía continuaba, otros estudiantes comenzaron a mirar en su dirección, curiosos por la inusual interacción. Algunos murmuraban entre ellos, mientras que otros simplemente observaban con sorpresa y asombro.

Estudiante 3: (a su amigo) ¿Qué crees que estén hablando?

Estudiante 4: (encogiéndose de hombros) Quién sabe, pero parece que Sofía está disfrutando de la compañía de Alejandro.

A pesar de las miradas curiosas y los susurros de los demás estudiantes, Alejandro y Sofía continuaron su conversación como si estuvieran en su propio mundo. La biblioteca, normalmente un lugar silencioso, se llenó con la energía de su interacción, y ambos parecían completamente ajenos a la atención que estaban atrayendo.

Para Alejandro, este encuentro con Sofía era una oportunidad de escape de sus problemas en casa, y para Sofía, era una ocasión especial para conectarse con alguien que compartía su amor por la lectura.

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