Capítulo 7
Alejandro había decidido salir temprano de casa, antes de que sus padres despertaran, para evitar el tormento diario que su hogar representaba. Sabía que la escuela era su refugio, un lugar donde podía encontrar un poco de paz y felicidad.
El día en la escuela transcurrió de manera agradable. Compartió risas y conversaciones con sus amigos, disfrutó de las clases e incluso se sintió motivado por las materias que le interesaban. Por un breve momento, parecía que las sombras que lo acosaban en casa se habían disipado.
Decidió pasar la tarde en la biblioteca, donde podría concentrarse en sus deberes y tareas escolares. Mientras se dirigía hacia allí, sin embargo, nunca esperó lo que encontraría.
En el rincón tranquilo de la biblioteca, se encontraba Sofía, inmersa en la lectura de una historia. Sus ojos se iluminaron cuando lo vio acercarse.
Sofía: (sorprendida) ¡Alejandro! ¡Hola!
Alejandro se sorprendió gratamente al ver a Sofía en la biblioteca.
El entusiasmo de Sofía al ver a Alejandro en la biblioteca no pudo ser contenido. Gritó su saludo, lo que llamó la atención de todos los presentes. Las miradas curiosas de los demás estudiantes se dirigieron hacia la escena, pero Sofía estaba demasiado emocionada para preocuparse por eso.
Sofía: (entusiasmada) ¡Alejandro!
Alejandro se acercó a Sofía con una sonrisa y se sentó a su lado. La cercanía de su amigo le brindaba una sensación de tranquilidad que rara vez experimentaba en su vida escolar.
Aunque Sofía notó que Alejandro parecía desgastado y cansado, decidió no preguntarle en ese momento. En lugar de eso, compartieron una conversación amigable sobre diversos temas. Hablaron sobre sus libros favoritos, las últimas películas que habían visto y sus planes para el futuro.
Sofía estaba encantada de tener a Alejandro a su lado, y a pesar de la curiosidad de los demás en la biblioteca, disfrutaron de su tiempo juntos.
El valor se apoderó de Alejandro mientras compartía una agradable conversación con Sofía en la biblioteca. Había decidido dar un paso más en su amistad y le pidió su número de teléfono. Sofía, con gracia y entusiasmo, se lo proporcionó, lo que sorprendió a todos los presentes en la biblioteca. Había algo especial en esa conexión que los había llevado a dar este paso.
Alejandro no perdió tiempo y le envió un mensaje a Sofía en ese mismo momento, acompañado de una carita feliz.
Mensaje de Alejandro: Ese es mi número. ¡Guárdalo! 😊
Sofía sonrió mientras recibía el mensaje y guardaba el número de Alejandro en su teléfono. Era un gesto sencillo pero significativo que marcaba un avance en su relación.
El tiempo pasó, y la tarde llegó a su fin. Sofía tuvo que irse para tomar su autobús a casa. Como había sucedido antes, Alejandro la acompañó hasta la parada del autobús, deseándole un buen viaje y una despedida amigable.
Mientras Sofía se alejaba en el autobús, miró por la ventana y vio a Alejandro en la acera, viendo cómo el vehículo se alejaba.
Alejandro comenzó su solitaria caminata de regreso a casa, con la sensación de que, aunque su vida en casa fuera un infierno, había encontrado un rayo de luz en su amistad con Sofía.
La hora de la cena en la casa de Sofía transcurrió con una emoción palpable en el aire. Había algo que la hacía sentirse brillante y feliz, y no podía evitar sonreír cada vez que miraba su teléfono celular. Ahora que tenía el número de Alejandro, podía comunicarse con él en cualquier momento, y esa perspectiva la llenaba de emoción.
Sin embargo, también sentía un toque de nerviosismo. No estaba segura de cómo iniciar una conversación con él, qué decir o cómo expresar lo que sentía. Era un territorio nuevo para ella, y aunque había compartido momentos agradables con Alejandro en la escuela y en la biblioteca, comunicarse a través de mensajes de texto era diferente.
Cuando Alejandro llegó a su casa después de acompañar a Sofía a tomar el autobús, se encontró con una desagradable sorpresa. La puerta de entrada estaba cerrada con llave, y por más que intentó abrirla, no tuvo éxito. La voz de su madre resonó desde el otro lado de la puerta, llena de ira.
Madre de Alejandro: (enojada) Así que te fuiste de casa sin decir nada, ¿verdad? Si tanto te gusta estar afuera, entonces ahí dormirás.
El corazón de Alejandro se hundió al escuchar las palabras de su madre. Sabía que esto significaba que tendría que pasar la noche fuera de casa, en las frías calles. Su padre se unió al desprecio de su madre con burla.
Padre de Alejandro: (burlándose) Espero que estés abrigado, porque dicen que se pondrá muy fría la noche.
Alejandro se sintió atrapado y desamparado. No había planeado quedarse fuera de casa y no tenía ningún lugar adónde ir. Sabía que enfrentaría una noche inclemente en las calles, y todo esto era un castigo por su simple deseo de encontrar refugio y amistad en la escuela.
Con un nudo en la garganta y el corazón lleno de tristeza, Alejandro se alejó de la puerta de su casa y comenzó a considerar sus opciones para pasar la noche en un mundo que parecía cada vez más hostil.
Alejandro se encontró en la oscuridad de la noche, buscando desesperadamente un lugar donde poder pasar la noche. Las calles estaban desiertas y silenciosas, y el frío comenzaba a calar en sus huesos. Se abrazó a sí mismo en un intento de mantenerse abrigado mientras pensaba en dónde podría refugiarse.
Se acercó a un parque cercano, pero se dio cuenta de que no era una opción segura para pasar la noche. El temor a la violencia y a los peligros de la calle lo atormentaba. Decidió dirigirse hacia el centro de la ciudad, donde esperaba encontrar refugio en algún lugar público, como una estación de autobuses o una cafetería que estuviera abierta toda la noche.
El camino hacia el centro de la ciudad se sintió largo y solitario. Las luces de las farolas apenas iluminaban su camino, y el frío se intensificaba. Mientras caminaba, pensaba en lo injusta que era su situación.