Hola Papi

En un rincón olvidado de un pequeño pueblo, se encontraba una casa destartalada que parecía haber sido engullida por la oscuridad y el abandono. En este siniestro lugar vivía una niña llamada Valeria junto con su madre y su padre, un hombre alcohólico que canalizaba su amargura en la violencia. La madre de Valeria también era víctima de los golpes y el maltrato de su marido. Cada día era un infierno para ambas, y el hogar que alguna vez fue un refugio se convirtió en una prisión de pesadillas.

El padre, un hombre de mirada hosca y piel curtida por el alcohol, pasaba sus días sumido en la bebida, y sus noches desquitando su ira contra su familia. El eco de sus gritos y el sonido de los golpes resonaban por toda la casa, creando un ambiente de terror constante.

La pequeña Valeria, con lágrimas en los ojos, siempre le suplicaba a su padre: “Por favor papi, no me pegues”, mientras su madre, con el rostro marcado por moretones, intentaba proteger a su hija de las arremetidas de su esposo.

Las noches eran aún peores. Cuando llegaba la hora de dormir, Valeria se refugiaba en su habitación, temblando de miedo. Se arropaba bajo las sábanas, tratando de pasar desapercibida en la oscuridad. Pero lo que la aterraba aún más eran los ruidos extraños que provenían de debajo de su cama. Rasguños, ruidos y risas siniestras que llenaban la habitación con una atmósfera de pesadilla.

Una noche, los ruidos bajo la cama se volvieron más intensos y espeluznantes que nunca.

Valeria, con el corazón en la garganta, comenzó a llorar en silencio, tratando de no alertar a su padre. Pero su llanto no pasó desapercibido, y su padre, enfurecido, subió a su habitación decidido a reprenderla una vez más. La madre de Valeria en un intento de proteger a su hija se interpuso en el camino de su esposo, este enfureció y el golpeo tan fuerte que la dejo inconsciente tirada en el piso. Cuando su padre abrió la puerta de la habitación, no encontró a su hija en la cama. El cuarto estaba vacío, y el hombre, desconcertado, buscó desesperadamente a su hija.

Finalmente, se arrodilló junto a la cama y miró bajo ella. Allí, en la oscuridad, se encontró con un espectro grotesco con ojos rojos y dientes salientes que le susurró: “Hola papi…” antes de lanzarse sobre él con ferocidad. Los gritos de agonía del hombre llenaron la casa antes de que el espectro lo devorara completamente.

Después de saciarse, la criatura salió de debajo de la cama y puso a la niña en su cama. La niña estaba dormida, sin ninguna herida. La criatura le acarició el pelo y le susurró al oído: “No te preocupes, mi niña. Ya no te hará daño nadie”. Luego se escondió de nuevo debajo de la cama, esperando a que llegara la mamá.

Valeria estaban completamente dormida, ajena a la pesadilla que acababa de ocurrir. A partir de esa noche, su padre nunca volvió a ser visto, la madre y la niña, liberadas de su horrible pesadilla, vivieron finalmente en paz, sanando las heridas físicas y emocionales que habían sufrido durante tanto tiempo en manos de aquel monstruo. La casa, antes un símbolo de sufrimiento se llenó de amor y esperanza una vez más.

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