La Llorona: Una Historia de Amor y Traición

María era la hija de un humilde campesino que vivía en un pequeño pueblo mexicano en la época colonial. Desde niña, María se destacaba por su belleza y su dulzura, y muchos jóvenes del pueblo suspiraban por ella. Sin embargo, María solo tenía ojos para Juan, un apuesto y noble caballero que había llegado al pueblo como administrador de las tierras del conde.

Juan también se enamoró de María desde el primer momento que la vio, y pronto comenzaron a verse a escondidas, pues sabían que su amor era prohibido por las diferencias sociales que los separaban. María y Juan se juraron amor eterno y se entregaron el uno al otro con pasión. María quedó embarazada de gemelos, y le dio la feliz noticia a Juan, quien le prometió que se casaría con ella y que se irían juntos a otra parte, donde nadie los juzgaría.

Pero Juan no cumplió su promesa. Un día, María recibió una carta de él, donde le decía que se había casado con una mujer de alta sociedad, que era la hija del conde, y que no volvería a verla nunca más. Juan le pedía que olvidara todo lo que habían vivido y que criara a sus hijos como si fueran huérfanos.

María sintió que su mundo se derrumbaba. No podía creer que Juan la hubiera traicionado de esa manera, después de todo lo que le había jurado. Se sintió humillada, engañada y despreciada. Lloró durante días y noches, sin consuelo ni esperanza. Su padre trató de animarla, pero María solo quería morir.

Un día, María tomó una decisión terrible. Decidió vengarse de Juan, haciendo lo que más le dolería: matar a sus propios hijos. María llevó a sus gemelos al río, donde solía encontrarse con Juan, y los ahogó sin piedad.

María no pudo soportar el horror de lo que había hecho. Después de ahogar a sus hijos en el río, se dio cuenta de que había cometido el peor de los pecados, y que había perdido lo único que le quedaba en la vida. Se arrepintió amargamente de su acción, y quiso recuperar a sus hijos, pero era demasiado tarde. El río se los había llevado, y no había forma de encontrarlos.

María se llenó de un profundo remordimiento, y se vio invadida por una locura que no le dejaba descansar. Comenzó a vagar por las orillas del río, vestida de blanco y llorando desconsoladamente. Su llanto se oía cada noche, y era tan triste y desgarrador que helaba la sangre de los que lo escuchaban. María buscaba a sus hijos entre las aguas, y los llamaba con angustia: “¡Ay, mis hijos! ¡Ay, mis hijos!”

Los habitantes del pueblo le tenían miedo a María, y la llamaban la llorona. Creían que su espíritu atormentado buscaba redimirse o encontrar a sus hijos perdidos. Algunos decían que la llorona se llevaba a los niños que se acercaban al río, para reemplazar a los suyos.

Otros decían que la llorona era una advertencia para las mujeres infieles o abandonadas, para que no cometieran el mismo error que ella.

Lo cierto es que nadie se atrevía a salir de noche cerca del río, pues sabían que se arriesgaban a encontrarse con la llorona. Su lamento eterno era un recordatorio del amor y la traición que habían marcado su destino.

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