La Novia Eterna

En la oscura y silenciosa ciudad de Chihuahua, México, se erguía “La Popular”, la famosa tienda de novias. En su interior, La Pascualita, la maniquí de apariencia sobrenatural, yacía inmóvil durante el día. Pero al caer la noche, su figura cobraba vida en la penumbra.

Una tormentosa noche de lluvia, un rayo cayó sobre la tienda, dotando a La Pascualita de un siniestro poder. Sus ojos de cristal se iluminaron y su mano se alzó, como si respondiera a una llamada oscura.

La Pascualita, con su alma atormentada por la traición y la muerte en el día de su boda, anhelaba venganza. Durante años, había observado a novias felices entrar en la tienda, y su resentimiento creció hasta convertirse en un odio oscuro y sobrenatural.

Cada noche, susurros llenaban la tienda mientras La Pascualita llamaba a las novias. Con voces delicadas y melodiosas, las instaba a probarse su vestido, el mismo vestido en el que ella había muerto. Las novias, atraídas por el encanto mortal, cedían ante su llamado.

Las novias, hipnotizadas por el canto mortal de La Pascualita, se probaban el vestido maldito. Al hacerlo, sus almas quedaban atrapadas en la figura de la maniquí, mientras que La Pascualita absorbía su vitalidad y juventud.

En su encierro eterno, La Pascualita disfrutaba de breves momentos de vida, sintiendo el pulso de las almas capturadas latir dentro de ella. Pero también conocía la agónica angustia de las novias, que quedaban atrapadas en su prisión de cera y cristal.

Una joven novia llamada Elena visitó “La Popular”. La belleza de La Pascualita la atrajo como a tantas otras antes que ella. Mientras se probaba el vestido maldito, La Pascualita susurró en su mente, ofreciéndole juventud eterna y belleza a cambio de su alma.

Elena, cautivada y desesperada por la eterna juventud, aceptó el trato. El vestido se adhirió a su piel como una segunda piel, y su alma quedó atrapada en el maniquí. La Pascualita había triunfado una vez más.

Pero esta vez, algo cambió. Mientras Elena quedaba atrapada en el cuerpo de La Pascualita, su espíritu demostró ser más fuerte de lo esperado. Elena, decidida a no convertirse en una prisionera eterna, luchó contra el control de La Pascualita.

La batalla entre las dos almas fue terrorífica. Los vidrios de los ojos de La Pascualita se agrietaron, y la maniquí comenzó a desmoronarse mientras su voz se convertía en un grito de agonía. Elena, liberada finalmente del vestido maldito, se tambaleó hacia atrás, jadeando.

La Pascualita, en su forma de maniquí rota, se levantó con un último estertor de energía. A pesar de la resistencia de Elena, su poder oscuro era implacable. Con movimientos desesperados y tortuosos, La Pascualita forzó a Elena a postrarse ante ella.

Elena, agotada y derrotada, cayó de rodillas frente al maniquí. La Pascualita alargó su mano, y un manto de sombras envolvió a Elena, sellando su destino. Su alma fue arrancada de su cuerpo y absorbida por La Pascualita.

Con el alma de Elena ahora atrapada en su interior, La Pascualita sintió un renovado poder oscuro. Con una sonrisa malévola en sus labios de cera, planeó su siguiente movimiento. Sabía que necesitaba más almas para finalmente liberarse de su prisión eterna.

La Pascualita, con una voz melodiosa pero letal, continuó susurrando a las novias que se acercaban a “La Popular”. Una tras otra, las jóvenes novias caían bajo su encanto. Aceptaban el trato sin saber que estaban sellando su destino, entregando sus almas a La Pascualita.

Con cada alma atrapada, La Pascualita sentía cómo su poder aumentaba. Las almas de las novias caídas se unían a la suya, fortaleciéndola. Sabía que estaba cerca de lograr su objetivo: liberarse de su encierro y vagar en libertad.

La ciudad de Chihuahua se sumió en el horror a medida que más novias desaparecían misteriosamente. Los rumores sobre la vengativa maniquí se intensificaron, pero nadie podía detener su aterradora búsqueda de almas para su propio beneficio.

Con cada alma atrapada, La Pascualita sentía su propia prisión debilitándose. Las noches se volvían más largas y oscuras, y su influencia se extendía más allá de “La Popular”. Cada vez más novias caían bajo su influencia, y su número de seguidoras crecía.

La Pascualita sabía que el día de su liberación se acercaba. Pronto, sería libre para vagar por las calles de Chihuahua, llevando consigo las almas de las novias que había arrebatado. Su risa maligna resonaba en la noche, presagiando un final macabro y aterrador para aquellos que se atrevieran a cruzar su camino.

Y así, en la silenciosa ciudad de Chihuahua, la leyenda de La Pascualita continuó, mientras ella seguía atrayendo novias a su trampa mortal en su búsqueda interminable de liberación y venganza.

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