La Visita Inesperada

Era una noche oscura y tormentosa. El viento aullaba y las ramas de los árboles golpeaban las ventanas de la casa. Marta estaba sola en su habitación, leyendo un libro de terror. De repente, escuchó un ruido en el pasillo. Parecía el sonido de unos pasos que se acercaban a su puerta. Marta sintió un escalofrío y dejó el libro sobre la mesita de noche. Se levantó y se dirigió a la puerta, pensando que tal vez era su hermano que había vuelto de la fiesta.

¿Quién es? – preguntó Marta, sin abrir la puerta.


No hubo respuesta. Solo el sonido de los pasos que se detuvieron frente a su puerta. Marta se asustó y buscó algo con qué defenderse. Vio un bate de béisbol que su hermano había dejado en un rincón y lo agarró con fuerza. Luego, se armó de valor y abrió la puerta de golpe.

Lo que vio la dejó paralizada. Frente a ella había un hombre alto y delgado, vestido con un traje negro. Tenía una sonrisa maliciosa y sostenía un cuchillo ensangrentado en su mano derecha. Era el asesino en serie que había estado aterrorizando a la ciudad durante las últimas semanas. El mismo que había matado a varias personas en sus propias casas.

Hola, Marta – dijo el hombre con una voz fría y burlona -. He venido a hacerte una visita.


Marta no pudo reaccionar. El terror se apoderó de ella y la dejó sin habla. El hombre se acercó lentamente a ella, levantando el cuchillo.

No te preocupes, no te haré sufrir mucho – dijo el hombre -. Solo quiero divertirme un poco contigo.

Marta sintió que su vida se escapaba. No tenía escapatoria. Estaba atrapada en su propia casa, con un psicópata que quería matarla. Solo le quedaba una esperanza: gritar y pedir ayuda.

¡Socorro! ¡Socorro! ¡Alguien que me ayude! – gritó Marta con todas sus fuerzas.
Pero nadie la oyó.

Nadie se acercó a ella.

Nadie excepto él.

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