Amor en Dos Tiempos Cap 1

La oficina de la exitosa empresa Moda Belleza Creativa “MBC” es un hervidero de actividad, donde se entreteje un mosaico sonoro de carcajadas, tonos de teléfonos y murmullos de conversaciones cruzadas. Los empleados se desplazan por el espacio abarrotado, sorteando sillas y puestos de trabajo, cada uno con su taza de café como el fiel aliado matutino, y carpetas llenas de documentos que esperan su revisión.

En el centro de este remolino, Diego se destaca como un oasis de concentración en su pequeño dominio organizado. La luz tenue de su computadora baña su rostro joven con un halo de dedicación mientras examina minuciosamente los estados financieros. Su melena castaña enmarca su expresión seria, un contraste refinado con la formalidad de su camisa y corbata. Pero lo que realmente llama la atención son los brillos de entusiasmo aventurero que resplandecen en sus ojos, como destellos de emoción en medio del mar de informes y cifras.

A pesar de estar sumergido en la espesa madeja de números y gráficos que llena su pantalla, la mente de Diego se escapa con frecuencia hacia una montaña majestuosa. En su fantasía, ya se ve escalando cimas desafiantes junto a María, su novia. En este escenario imaginario, no solo comparten el amor que los une, sino también la pasión por la aventura que los motiva a desafiar los límites de lo convencional.

En el lado opuesto del amplio edificio, en la vibrante zona de diseño, María se adentra en un universo plagado de colores y tejidos. Sus rizos caen con soltura sobre la mesa, donde bocetos y escritos se extienden como una catarata de ideas en constante movimiento.

María, con la misma edad que Diego, emana creatividad y energía, rasgos que se reflejan en su vestimenta, muestra de su apasionado interés por la moda y el diseño, camisa elegante y un pantalón impecablemente ajustado.

Tras un día de trabajo intenso, la puerta se abrió mostrando su confortable santuario. Una iluminación tenue y cálida, cuidadosamente distribuida en lugares estratégicos, creaba un ambiente relajante en el espacioso salón. Cada rincón del espacio estaba lleno de detalles, desde los cojines escogidos con gusto en el sofá hasta las fotografías enmarcadas que decoraban las paredes, narrando la historia de su amor a través del tiempo.

Diego y María entraron en el departamento, sintiendo cómo el ambiente familiar los acogía, liberándolos de la carga del día agitado. La luz realzaba los colores suaves de las paredes, formando una paleta acogedora que incitaba a la tranquilidad.

Con un movimiento de liberación, Diego se quitó la corbata, soltando literalmente las presiones del día, mientras que María, con un respiro de alivio, se quitó los tacones.

Sus sonrisas entrelazadas desprendían una conexión única, como si tuvieran un secreto especial que solo el tiempo y el amor podían forjar. Años de noviazgo habían creado un vínculo profundo, una conexión que superaba las palabras.

Mientras Diego se entregaba a la preparación de la cena en la cocina, María se dejaba llevar por el acogedor ambiente de la sala. Desde el mullido sofá, admiraba con fascinación cómo Diego, un verdadero apasionado de la cocina, se movía con habilidad entre los ingredientes y utensilios que conformaban su templo culinario.

El aroma irresistible de las especias se expandía por el aire, creando una atmósfera que estimulaba los sentidos y presagiaba el placer culinario por llegar. Diego, con su mirada concentrada y manos veloces, realizaba una danza que convertía simples ingredientes en una obra maestra gastronómica. Cada corte exacto sonaba como una sinfonía de sabores, cada combinación de ingredientes realizada con pasión y esmero.

María, desde el confort del sofá, observaba este espectáculo con una sonrisa de satisfacción. El resplandor de admiración en sus ojos era evidente. Cada movimiento de Diego en la cocina era como una coreografía que hechizaba sus sentidos, y su expresión mostraba no solo la expectativa del banquete que se aproximaba, sino también un profundo reconocimiento por el arte culinario que se desplegaba ante ella.

Con la cena lista, ambos se sentaron alrededor de la mesa, donde la luz cálida y suave de las velas creaba un ambiente acogedor. La conversación entre Diego y María fluía con la espontaneidad de dos almas conectadas, Diego, con gestos galantes, se encargó de llenar la copa de María.

—¿Te sirvo más vino, mi amor? — preguntó Diego, con una sonrisa cautivadora, mientras llenaba con habilidad el líquido rojo en la copa de María.

—Sí, por favor. Gracias, amor. — agradeció María, mostrando su gratitud con un gesto elegante.

Diego, levantando su propia copa, sugirió — Entonces, brindemos. ¿Por qué motivo brindamos?

—Por el amor y la vida, siempre. — respondió María, con una chispa traviesa en los ojos.

—Por el amor y la vida. — afirmó Diego, sonriendo y tocando su copa con la de María.

El sonido melodioso de las copas inundó la habitación mientras degustaban la cena.

—Este pollo está exquisito, Diego. ¿Cómo consigues que siempre tenga este sabor tan increíble? — elogió María, disfrutando de un bocado con placer.

—¡Ah, es un secreto de familia! No puedo desvelar mis secretos culinarios. — contestó Diego, riéndose con una combinación de misterio y diversión.

—Venga, ¿un pequeño anticipo para tu compañera de vida? — provocó María, mirándolo con malicia.

—Quizás, pero solo si prometes seguir saboreando mis creaciones. — replicó Diego, acompañando sus palabras con una mirada seductora que sellaba el acuerdo entre ellos.

Prosiguieron con la cena, sumergiéndose en una conversación que fluía tan fluidamente como el vino que compartían, sus palabras tejiendo un hilo invisible que reforzaba los lazos de su conexión. Cada carcajada, cada mirada, se convertía en un lenguaje que hablaba de años de comprensión mutua.

Las velas en la mesa titilaban, iluminando sus rostros con una luz suave y cálida, mientras el tiempo se desvanecía en el eco de sus carcajadas. Era un momento mágico, donde el mundo exterior se esfumaba y solo existían ellos dos, envueltos en su romance eterno.

Después de la cena, la pareja se trasladó a la acogedora sala de su departamento. La habitación, llena de detalles que contaban la historia compartida de la pareja, se sumergió en una atmósfera íntima, realzada con los recuerdos que guardaban. Las paredes se convirtieron en un lienzo vivo, adornadas con fotografías de sus viajes y momentos especiales que narraban el viaje de su amor.

La iluminación suave de las lámparas destacaba cada rincón decorado con esmero, creando un escenario perfecto para proseguir la velada. Se acomodaron en el sofá, rodeados por la calidez de los recuerdos y la nostalgia amorosa que emanaba de cada objeto colocado con atención.

—¿Recuerdas ese viaje a la playa? Fue cuando… —empieza Diego, acariciando el cabello de María con ternura.

María sonríe, su mirada perdida en el recuerdo —Sí, claro. Fue un momento mágico.

Diego, abrazándola con dulzura, crea un refugio donde el amor se manifiesta en silencio. La atmósfera se impregna de cariño mientras comparten la tranquilidad de esos instantes juntos.

—Te amo, mi vida. Cada momento contigo es un tesoro. —susurra Diego, expresando su devoción.

Ella experimentó como su piel se estremecía con el contacto de las manos de su amado en su cuerpo, sintió como su corazón se aceleraba con una urgencia que no podía reprimir, cada caricia de sus dedos en la piel era como un choque eléctrico.

Él la atrajo hacia sí, y sus labios se unieron de manera ardiente, no hacían falta palabras, el calor de su aliento, todo se fundía en un inmenso remolino de sensaciones. Sus respiraciones se armonizaron y el tiempo se congeló.

No deseaban que esa noche acabara. No deseaban romper el encanto que los rodeaba. Así que se sumergieron en el abrazo de la oscuridad.

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