La Habitación 13

Hacía una eternidad que nadie se había aventurado en la mansión abandonada, el lugar maldito, el pozo de oscuridad y locura que había devorado a los valientes que se habían atrevido a cruzar sus umbrales.

La historia de aquel edificio había dejado cicatrices los habitantes circundantes, y susurros recorrían las calles con advertencias macabras, pero la joven periodista Julia anhelaba una historia digna de pesadillas para su próximo artículo.

Julia logró persuadir a su amigo de la infancia, David, para que la acompañara en esta aventura. Se adentraron en la mansión con linternas que apenas iluminaban las sombras y corazones llenos de coraje y temeridad. La decadencia de la estructura y los crujidos de madera añadían una sensación de inquietante vida propia al lugar, como si el edificio mismo gimiera con una agonía ancestral.

Tras explorar varias habitaciones que parecían salidas de un delirio gótico, Julia y David llegaron al final de un oscuro pasillo.

La puerta de madera en el extremo tenía un número en relieve: “13”, un símbolo inquietante que auguraba la condena. Se miraron al mismo tiempo y empujaron la puerta con cautela.

El interior de la habitación era una pesadilla palpable. Las paredes estaban decoradas con extraños símbolos en sangre seca, y en el centro, una gran esfera de cristal que parecía contener una tormenta atrapada en su interior.

La esfera giraba lentamente, sus rayos de luz parpadeando como la mirada de una bestia hambrienta, y su destello iluminaba una serie de fotografías en la pared. En cada una de ellas, Julia y David estaban en situaciones cada vez más aterradoras, atrapados en un torbellino de pesadillas.

La puerta se cerró con un estruendo detrás de ellos, una trampa mortal que les robó la esperanza.

Intentaron abrirla, pero estaba atrancada, una prisión de madera en un infierno sin fin.

La esfera de cristal aceleró su giro, y las imágenes en las fotografías cobraron vida, mostrando a Julia y David gritando de terror mientras eran perseguidos por figuras oscuras y deformes.

Los aullidos de la tormenta dentro de la esfera resonaban como risas demoníacas.

La angustia se volvió insoportable cuando las sombras se separaron de las imágenes y comenzaron a acercarse en la vida real. Cerraron los ojos, sus cuerpos temblando se abrazaron con la fuerza de aquellos que enfrentan la inevitable perdición, esperando lo peor.

Cuando finalmente abrieron los ojos, se encontraron fuera de la mansión, en una noche helada y sin luna.

La habitación 13 había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido.

Julia y David nunca volvieron a hablar de lo que habían experimentado, pero el terror en sus ojos cada vez que alguien mencionaba la mansión abandonada dejaba claro que habían descubierto algo aterrador en su interior, algo que nunca debería haber salido de las sombras de aquel maldito lugar.

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