La Puerta Del Infierno

Rocío se sentía sola y desubicada en el nuevo barrio. Había dejado atrás a sus amigos y su escuela, y no le resultaba fácil adaptarse al cambio. Lo único que le alegraba un poco el día era la compañía de un chico que vivía cerca de su casa. Se llamaba Daniel y era el nieto del dueño de una tienda de antigüedades. A Rocío le fascinaban las cosas que Daniel le mostraba cada vez que se encontraban: monedas antiguas, relojes de bolsillo, cajas de música… Daniel le inventaba historias fantásticas sobre el origen y el poder de cada objeto, y Rocío se dejaba llevar por su imaginación.

Un día, Daniel le propuso a Rocío que lo acompañara a la tienda de su abuelo, donde guardaba las cosas más valiosas y misteriosas. Rocío aceptó con curiosidad y emoción. Al llegar, el abuelo de Daniel los recibió con una sonrisa y les enseñó algunos de sus tesoros. Entre ellos, había una llave antigua, de metal oscuro y forma extraña, que llamó la atención de Rocío.

  • ¿Qué abre esta llave? -preguntó Rocío, agarrándola con cuidado.
  • Esa llave, querida, es muy especial -respondió el abuelo con voz grave-. Dicen que abre las puertas del mismo infierno.
  • ¡Vaya! -exclamó Rocío, asustada y divertida a la vez-. ¿Y cómo lo sabes?
  • Bueno, no lo sé con certeza, porque nunca lo he probado -confesó el abuelo-. Pero esa es la leyenda que me contaron cuando la compré. Parece que perteneció a un brujo que hacía pactos con el diablo, y que usaba esa llave para comunicarse con él.
  • ¿Y no tienes miedo de tenerla aquí? -preguntó Rocío, impresionada.
  • No, no tengo miedo -dijo el abuelo, encogiéndose de hombros-. Al fin y al cabo, es solo una llave. Y además, no creo que haya ninguna puerta al infierno en esta tienda.

Rocío y Daniel se rieron de la ocurrencia del abuelo, y siguieron mirando otras cosas. Pero Daniel tenía una idea en la cabeza. Quería impresionar a Rocío y demostrarle que era valiente. Así que, cuando el abuelo se distrajo con un cliente, le hizo una seña a Rocío para que lo siguiera. La llevó hasta una puerta trasera, que estaba cerrada con llave.

  • ¿Qué haces? -susurró Rocío, intrigada.
  • Quiero enseñarte algo -dijo Daniel, guiñándole un ojo-. Es la habitación donde mi abuelo guarda las cosas más raras y secretas. Armaduras, joyas, libros antiguos… Es como un museo.
  • ¿Y podemos entrar? -preguntó Rocío, emocionada.
  • Claro, solo tenemos que abrir la puerta -dijo Daniel, buscando algo en su bolsillo-. Mira, tengo la llave.

Rocío se sorprendió al ver que Daniel tenía la llave del brujo, la que supuestamente abría las puertas del infierno. Se la había llevado sin que el abuelo se diera cuenta.

  • ¿Estás loco? -exclamó Rocío, asustada-. ¿Qué haces con esa llave? ¿No has oído lo que ha dicho tu abuelo?
  • Tranquila, no pasa nada -dijo Daniel, restándole importancia-. Mi abuelo solo dice esas cosas para asustar a los clientes. Es una llave normal y corriente. Además, no creo que esta puerta lleve al infierno. Vamos, no seas miedosa.

Daniel se acercó a la puerta e introdujo la llave en la cerradura. Para su sorpresa, la llave encajó a la perfección, como si estuviera hecha para esa puerta. Al girarla, sintió un chasquido y una vibración. La puerta se abrió con un crujido, y un humo rojo y denso salió de la habitación. Rocío y Daniel se quedaron paralizados, sin poder creer lo que veían.

Rocío y Daniel intentaron retroceder, pero una fuerza invisible los empujó hacia adelante, dentro de la habitación. El humo rojo los envolvía cada vez más, oscureciendo su visión. Una voz malévola se burlaba de ellos mientras se reía siniestramente. A medida que el humo se hacía más denso, Rocío y Daniel comenzaron a sentir un calor abrasador. Sus cuerpos se retorcían de dolor mientras eran consumidos por las llamas infernales que habían invadido la habitación.

Rocío y Daniel gritaron de terror, pero ya era demasiado tarde. La puerta se cerraba tras ellos, y el humo los envolvió. El abuelo, al oír los gritos, corrió hacia la puerta, pero no pudo llegar, la puerta se cerró ante su cara. Intentó abrir la puerta desesperadamente, pero la llave había desaparecido. Solo pudo llorar y lamentarse por lo que había ocurrido mientras recordaba como los niños ardían en el fuego.

Historia Original de Edgar Allan Poe Yo agregue los detalles a la historia.

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