La Madre Monte Leyenda Colombiana

Hace mucho tiempo, cuando los españoles llegaron a América, se encontraron con una tierra llena de maravillas y misterios. Entre las montañas y las selvas, había un reino donde reinaba la Madre Monte, una mujer poderosa y sabia, que cuidaba de todos los seres vivos que habitaban en su dominio. Ella era la guardiana de la naturaleza, y tenía el don de controlar el clima y la vegetación. Podía hacer llover o brillar el sol, hacer crecer o marchitar las plantas, y atraer o ahuyentar a los animales. Su aspecto era el de una mujer alta y robusta, cubierta de hojas y musgo verde, con un sombrero de plumas que le ocultaba el rostro. Algunos decían que tenía ojos de fuego, otros que tenía ojos de agua. Lo cierto es que nadie podía mirarla directamente sin quedar aturdido o perdido.

La Madre Monte vivía en lo profundo de la selva, rodeada de fieras y serpientes, que le obedecían y le servían. Allí tenía su morada, una cueva secreta donde guardaba sus tesoros: piedras preciosas, frutos exóticos, semillas mágicas y plantas medicinales. Ella era feliz en su reino, y solo salía de vez en cuando para visitar a los indígenas que vivían en armonía con la naturaleza. Ellos la respetaban y la veneraban como a una diosa, y le ofrecían ofrendas y tributos. La Madre Monte les enseñaba los secretos de las plantas y los animales, y les protegía de las enfermedades y los peligros.

Pero todo cambió cuando llegaron los españoles, con sus armas, sus caballos y sus ambiciones. Ellos no tenían respeto por la naturaleza, ni por los indígenas. Empezaron a explotar la tierra, a cortar los árboles, a cazar los animales, a extraer el oro y las piedras preciosas, a quemar las cosechas, a esclavizar a los indígenas y a imponer su religión. La Madre Monte se enfureció al ver cómo su reino era destruido y sus hijos eran maltratados. Entonces decidió vengarse de los invasores, y desató su furia sobre ellos.

La Madre Monte provocó lluvias torrenciales, inundaciones, sequías, rayos y truenos, según su voluntad. También hizo perder en el bosque a los españoles que se atrevían a entrar en su territorio, los confundió con alucinaciones, los asustó con ruidos extraños, los enfermó con plagas o los ahogó en el río. También castigó a los que cometían pecados contra la moral, como la infidelidad, la codicia o la violencia. Los sedujo con su voz melodiosa o su apariencia de mujer hermosa, y luego les chupó la sangre o les arrancó el corazón.

Los españoles temían a la Madre Monte, y le pusieron varios nombres: La Llorona, La Tunda, La Sucia, La Viuda Negra… Pero nada podía detener su venganza. Solo algunos campesinos lograron sobrevivir a sus ataques, gracias a algunos remedios que aprendieron de los indígenas: fumar tabaco, llevar un bejuco de adorote en la cintura, pepas de cavalonga en el bolsillo o una vara de cordoncillo de guayacán en la mano. También se recomienda llevar escapularios y medallas benditas, o rezar la oración de San Isidro Labrador, patrono de los montes y los aserríos.

Así pasaron los años, y la leyenda de la Madre Monte se fue transmitiendo de generación en generación. Hoy en día, muchos colombianos siguen creyendo en ella, y le tienen respeto y temor. Algunos dicen que aún se le ve cabalgar por las noches por las montañas y las selvas, vestida de verde y con un sombrero de plumas. Otros dicen que solo se manifiesta cuando hay algún desastre natural o algún atentado contra la naturaleza. Lo cierto es que la Madre Monte sigue siendo la guardiana de la naturaleza, y que su leyenda es una forma de conservar la memoria de las culturas indígenas que veneraban a la Madre Tierra como una diosa. La Madre Monte es una figura que representa la fuerza y la belleza de la naturaleza, pero también su fragilidad y su vulnerabilidad ante la acción humana.

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