La Patasola Leyenda Colombiana

En una hacienda del Tolima Grande, vivía una mujer hermosa y feliz, que tenía un esposo trabajador y tres hijos pequeños. Su vida era tranquila y sencilla, pero ella no se conformaba con lo que tenía. Soñaba con tener más riquezas, más lujos, más aventuras. Por eso, cuando el dueño de la hacienda, un hombre poderoso y codicioso, le propuso tener una relación amorosa a cambio de favores y regalos, ella no lo dudó y aceptó.

Así empezó su doble vida, llena de engaños y mentiras. Durante el día, fingía ser una esposa fiel y una madre ejemplar, pero por las noches, se escapaba con su amante a la casa grande, donde disfrutaba de sus placeres y caprichos. Nadie sospechaba de su infidelidad, hasta que un día, su esposo la descubrió.

El campesino, lleno de ira y dolor, la siguió hasta la casa grande y la sorprendió con el hacendado. Sin pensarlo dos veces, sacó su machete y se abalanzó sobre ellos. La mujer, asustada, trató de huir, pero su esposo la alcanzó y le cortó la pierna izquierda de un solo tajo. Luego, se dirigió al hacendado y le asestó varias puñaladas, hasta dejarlo sin vida.

La mujer, agonizando, se arrastró hasta la puerta y pidió ayuda, pero nadie la escuchó. Su alma se llenó de rencor y amargura. Antes de morir, maldijo a su esposo y a sus hijos, y juró vengarse de todos los hombres que se cruzaran en su camino.

Su cuerpo fue enterrado en una fosa común, pero su espíritu no encontró descanso. Se convirtió en un ser monstruoso, que vagaba por las selvas y montañas, buscando víctimas para su sed de sangre. La llamaron la Patasola, porque solo tenía una pierna, y se decía que podía cambiar de forma a su antojo.

La Patasola era capaz de imitar la voz y el aspecto de una mujer hermosa, y así atraía a los hombres que se aventuraban por los caminos solitarios. Les hacía creer que estaba perdida o que necesitaba ayuda, y cuando ellos se acercaban, les mostraba su verdadera cara: una fiera con ojos de fuego, una boca enorme con dientes de felino, y una cabellera corta y despeinada que caía sobre su rostro para ocultar su fealdad. Entonces, los atacaba con furia, les chupaba la sangre y los trituraba con sus colmillos.

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